Las oposiciones educativas son un tipo de prueba de naturaleza bastante distinta de la de los exámenes convencionales que hicimos a nuestro paso por el instituto y la Universidad. Se trata de un proceso selectivo de naturaleza competitiva.
¿Qué quiere decir esto? Que en la Universidad podías aprobar los exámenes independientemente del nivel que tuvieran tus compañeros. En cambio, en las oposiciones sólo hay sitio para los x mejores candidatos (habiendo x plazas). Por eso, aunque obtengas un 9, te quedarás sin plaza si hay x personas que sacan una nota más alta que tú.
La consecuencia inmediata de todo esto es que el número de opositores que se presentan a una especialidad dada, su preparación y su mejor o peor disposición a luchar por la plaza condicionan enormemente tus posibilidades. Por ejemplo: si un año se convocan oposiciones a tu especialidad después de un chorreo de varios años de convocatorias, es posible que el nivel haya bajado porque los mejores ya se hayan colocado.
En cambio, si sacan plazas después de mucho tiempo sin convocatoria, el efecto en teoría será el contrario: habrá acumulados muchos candidatos buenos, que habrán tenido mucho tiempo para prepararse y el nivel subirá. Todo esto varía, obviamente, en función de la comunidad autónoma a la que te presentes.
La especialidad y el nivel educativo elegido también pueden influir en la dificultad: el número de temas, la naturaleza, extensión y dificultad de los prácticos, el peso de la legislación y hasta la lengua autonómica, en caso de que te presentes a una comunidad cuya lengua no dominas.
A veces se escriben artículos muy interesantes como este de El País que os enlazamos hoy aquí, con análisis comparativos de la dificultad de distintas oposiciones:
https://elpais.com/economia/2017/05/05/actualidad/1494005201_409228.html
¿Nuestro consejo? ¡Olvídate de ellos! Si bien son muy interesantes desde el punto de vista estadístico y académico, no deberías dejar que esas comparaciones interfirieran en tu voluntad, si esta es firme, de obtener una plaza.
Escoge una especialidad para la que te sientas preparado de acuerdo con tu formación académica, que te guste, con la que te sientas cómodo y en la que te veas trabajando para el resto de tu vida. Remángate y ponte a trabajar. Está bien que mires de reojo estos análisis, pero no tanto que escojas lo que vas a hacer en función de lo fáciles o difíciles que sean los procesos de acuerdo con ellos.
Las oposiciones chupadas no existen. Pero tampoco existen las oposiciones difíciles si tienes claro lo que quieres y si vas a por todas.
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